En el mundo corporativo y de los negocios, el liderazgo se manifiesta de diversas maneras. Los estilos de liderazgo pueden variar desde el autocrático hasta el democrático, o desde el transaccional hasta el transformacional, entre otros. Sin embargo, es común encontrar individuos que abordan el liderazgo desde una perspectiva puramente motivacional (¿no se los han encontrado?). Estos líderes se enfocan en mantener alta la moral de su equipo con frases pegajosas, lugares comunes, entusiasmo radiante y energía positiva constante, pero que a menudo carecen de sustancia y capacidad resolutiva, además de utilizar un léxico curioso que parece desconocer el verdadero significado de palabras rimbombantes que usan para adornar su lenguaje. Es fundamental comprender las diferencias entre dirigir y animar, es decir, entre el “leading” y el “cheerleading”.
Este es un tema que puede resultar un tanto controversial para algunos dependiendo del ángulo con el que lo abordemos, pero tomemos a modo de ejemplo dos citas de autores muy reconocidos que presentan ideas que podrían resultar aparentemente antagónicas si se observan solo a simple vista. Por su parte Tom Peters (Mckinsey), dice que “Los mejores líderes son animadores: motivan y empoderan a sus equipos para lograr grandes cosas”, mientras que Marcus Buckingham (Gallup) afirma que “Los líderes deben ser prácticos y realistas, pero también deben hablar el lenguaje del visionario y del idealista. No pueden ser solo animadores; necesitan establecer expectativas claras y responsabilizar a las personas”.
Ambos tienen razón, ahora bien, quien con las mejores intenciones se enfoca en mantener alta la moral de su equipo y un ambiente positivo aplicando solo la práctica conocida como “cheerleading”, asume un enfoque que puede ser peligroso si lo confunde con la totalidad de las responsabilidades del liderazgo organizacional, esas que suponen establecer: una visión clara, estrategias efectivas, decisiones críticas, una eficiente gestión recursos para alcanzar lo que la organización se propone, y por supuesto, integrar, entusiasmar y motivar a su equipo para abordar los procesos considerando sus demandas y circunstancias.
Aunque una actitud positiva en las circunstancias cotidianas es muy valiosa, el proceso de influir y guiar a individuos y equipos dentro de una organización hacia la consecución de metas y objetivos comunes va mucho más allá de eso. El objetivo principal del “cheerleading” es elevar el ánimo de los colaboradores con efectos que generalmente son de corto plazo, mientras que el “leading” se enfoca en objetivos estratégicos con visión a largo plazo, la mentoría y capacitación razonable de su equipo, así como el ejercicio crítico de evaluación de desempeño organizacional que busca construir un camino claro hacia el éxito sostenido.
La motivación positiva, como los elogios, el reconocimiento constante y las actividades de equipo , resulta indiscutiblemente relevante en el momento oportuno, sin embargo, algunos líderes confían únicamente en este aspecto creyendo que constituye el verdadero liderazgo, porque generalmente les hace ganar puntos emocionales con su equipo. Con esto, parecen olvidar que liderar implica una combinación de motivación y dirección estratégica, fomentando con ello una cultura de responsabilidad y crecimiento que no se basa únicamente en el buen ánimo y la positividad.
Aunque el “cheerleading” puede contribuir a una cultura positiva y de apoyo, puede carecer de la profundidad necesaria para enfrentar desafíos organizacionales complejos. El “leading” es responsable de moldear la cultura organizacional de manera integral, asegurando que los valores, normas y comportamientos que guían a la organización la ayuden a navegar tanto en tiempos favorables como en tiempos desafiantes.
Así, aquellos que reducen su rol a discursos motivacionales y frases cliché, deben cuidar el no dejar de apropiarse de las complejidades que representa liderar para crear, de manera efectiva, oportunidades de crecimiento y sostenibilidad para la organización y su gente. Y por favor, no con esto quiero decir que uno poco de “cheerleading” no tenga su lugar, sin duda es necesario entusiasmar, motivar y celebrar a nuestros equipos, mejorando así el ambiente de trabajo en el momento oportuno.
Hay que cuidar a nuestras organizaciones de la sobrevaloración del “cheerleading” y la subestimación de los riesgos. Un enfoque excesivo en este puede llevar al desgaste de los empleados cuando la realidad no coincida con las expectativas creadas, golpeando así nuestra credibilidad y perdiéndose la confianza en el liderazgo de la organización, por ende, la consistencia es un valor allí fundamental.
Confundir el “cheerleading” con el “leading” puede tener serias consecuencias para cualquier organización, mientras que la motivación y la energía positiva son importantes, deben ser parte de un enfoque más amplio y estratégico. Warren Bennis en “On Becoming a Leader” escribía que: “El liderazgo es la capacidad de convertir la visión en realidad”, por lo tanto, los líderes deben aspirar a ser más que “cheerleaders”; deben ser visionarios estratégicos que hagan que las cosas pasen, orientando y entusiasmando a sus equipos hacia un éxito sostenible y significativo.
Comments